Lo
siguiente, tras digerir la información, fue un enorme “trabajo de investigación” (por llamarlo de algún modo) en Google. Se abría ante
nuestros ojos el mundo de la emigración a Australia. Sinceramente, no voy a
detenerme a contarles todos los pasos a seguir para irse a la Terra Australis
Incognita. Conocemos los blogs unos estupendos, que relatan
detalladamente todo eso, les dedicaré una entrada especial porque han servido
de guía para nosotros y para muchos. Igualmente, prepararé un post sólo con enlaces
que nos han resultado útiles en todos los pasos, cualquiera de ellos
lo explica todo mejor que yo.
En
resumidas cuentas, había mucho por decidir. ¿A qué ciudad vamos?, ¿cómo
entramos legalmente en el país?, ¿hay trabajo?, ¿dónde y cómo vamos a vivir?.
Creo que andábamos ya por el mes de julio o agosto quizá.
Lo
primero que supimos fue lo siguiente: se dice que los españoles estamos
castigados por culpa de un tal Skase, australiano con largo historial delictivo
que se refugió España en los 90 (y como no, en Marbella). El premio para los
españoles ha sido que no podemos entrar en el país con Working-Holiday Visa, (a
trabajar simplemente) sino con un visado de estudiante que, además de obligarte
a estudiar y asistir a clase (la oferta es bastante amplia, siempre que tenga que ver con tu formación o profesión), permite trabajar 20 horas
semanales legalmente.
Una
vez sabido esto, nos tocaba decidir la ciudad, pues sin eso, no podíamos buscar
una academia donde estudiar inglés. Comencé buscando museos en Australia -el
que me conoce sabe por qué-, curiosamente había hecho en la maestría una
práctica sobre páginas web relacionadas con el patrimonio, y había escogido el
Australian Museum de Sidney, recordaba que fascinó, así que empecé por ahí.
Quería que el sitio que escogiésemos fuese rico y activo culturalmente, aquí
estamos acostumbrados a una gran escasez en la calidad y la cantidad de ocio, y
esa es una de las cosas que buscábamos. De primeras, miramos Perth y Sidney
(por las referencias de nuestros amigos), Brisbane y Adelaide, sinceramente, ni
las olí.
Melbourne
estaba ahí, en el sur, frente a Tasmania, donde la Fórmula 1, era lo único que
sabía. Pero llegó a un punto en que no hacía más que leer en rankings y descripciones de ciudades, que Melbourne era la
capital cultural del país. Por mi parte no hubo más que decir. Me enamoré de la
ciudad cuando conocí la existencia de lugares como el Museum Victoria, Federation Square o la preciosa State Library of Victoria. Pensé que ahí es
donde tenía que ir. Luego me tocó convencer a Aitor, pero creo recordar que no
fue tan complicado…
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Sala de lectura. State Library of Victoria |
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