martes, 17 de septiembre de 2013

XXXVIII Llegada a casa


El lunes 9 de septiembre salimos de Australia. Levantarnos sabiendo que era el último día que lo haríamos ahí no fue fácil. No parábamos de revisar todo, mientras nuestros compis ideaban en secreto un desayuno para los cuatro. En realidad ya habíamos desayunado, pero ese último café me supo a gloria. Nos dolió mucho despedirnos de ellos, hemos pasado en esa casa tres meses maravillosos y se había convertido en nuestro hogar.
Como teníamos poco, de camino al aeropuerto recibimos muchas llamadas y mensajes de despedida, nuestros amigos ya se habían despedido, pero lo hicieron una y otra vez. Total, que no podía parar de llorar. Esto me ha hecho reflexionar sobre la amistad. Relaciones que se establecieron y afianzaron en Melbourne en 5 meses, aquí he tardado en lograrlas años. Con esto no me refiero a amistades mejores o peores, sino a la rapidez con que aparecen los sentimientos, la ayuda sin esperar nada a cambio, un hombro en el que llorar o un oído que te escucha. Sin duda, lo mejor que nos llevamos de ésta experiencia, son los amigos.

A las 2 de la tarde dejamos el país, el camino de vuelta fue más sencillo que el de ida, Inmigración te pone la alfombra roja al marchar, sin preguntas y sin apenas revisar maletas. El viaje fue muy pesado, 8 horas de Melbourne a Bangkok, 4 horas de espera hasta salir hacia Madrid, otras 13 horas de vuelo, 7 de espera en Madrid y otras 3 hasta Gran Canaria. Al bajar del avión, lo único que queríamos era una buena ducha y dormir en una cama.
El reencuentro con la familia ha sido estupendo, había ganas de verlos, de estar en casa, comer cosas que no estuvieran caducadas y productos "deluxe" como pan fresco, nueces, fruta o nutella . El tiempo parece no haber pasado desde que nos fuimos, todo sigue tal y como estaba, sólo que ésta vez la isla me parece más pequeña si cabe.
Ya llevamos aquí una semana, y parece que nunca nos hemos marchado. La crisis no permite avanzar a nuestra gente más cercana y las noticias vistas desde aquí resultan peores de lo que pensábamos (allí evitábamos estar informados para no amargarnos más de la cuenta). Comenzamos una vuelta atrás en el tiempo, donde hemos de continuar todo por donde lo dejamos. Buscar trabajo de nuevo va ser una aventura digna de Odiseo, pero con la experiencia australiana, espero que nos resulte menos complicado. Hemos de intentar llevar una vida de casados pero por separado y asumir que pasamos de la independencia en todos los sentidos, a volver de nuevo bajo el techo de papá y mamá.
Afrontamos esta etapa con algo de pesimismo, porque es una situación ya conocida. Procuraremos continuar estudiando inglés, para no perder lo aprendido y para seguir mejorándolo. Afrontaremos la búsqueda de empleo tal y como lo hicimos allá, porque viéndolo del otro lado, si encontramos trabajo en un idioma que no es el nuestro, aquí en algún momento podremos conseguirlo. Nos gustaría volver a Australia cuando Aitor acabe su proceso médico (que ya ha comenzado la semana pasada), pero para eso se necesita dinero, ergo, es imprescindible encontrar trabajo. La pescadilla que se muerde la cola, la misma situación de un año atrás. El tiempo dirá dónde está nuestro futuro.
Nuestras próximas obligaciones son conseguir un nuevo teléfono móvil (le dimos de baja a los nuestros antes de irnos y ya no valen), inscribir el matrimonio australiano, entrar en la larga cola del INEM e ir buscando cosas que hacer. Cuando inscribamos el matrimonio haré un nuevo post, seguro que para alguno de ustedes será de interés.
Por ahora no parece que el blog vaya a tomar tintes demasiado interesantes, iré escribiendo si encuentro temas de los que hablar relacionados con Australia y, como siempre, les responderé a todo lo que pueda con respecto a la emigración a ese país.
Feliz semana a todos y feliz fin de verano.

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