XXVII Un mes el Melbourne

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El domingo cumplimos un mes aquí. El tiempo está pasando muy rápido. Estamos teniendo nuestros primeros contactos con el trabajo, aunque no estén siendo del todo buenos, ya es un paso más para ir aprendiendo como se mueve esto.

Esta semana, nuestro compañero de piso (lovely Gary) nos envió un sms avisando sobre una vacante en la cafetería donde suele desayunar. Esa misma tarde nos acercamos, nos entrevistó y al parecer le gustamos. Quería que el trabajo fuese compartido entre Aitor y yo (a veces ofrecen cosas así) y quedamos en que yo empezaría al día siguiente. Efectivamente, fui, trabajé por tres horas (apenas limpiar una cocina y la cafetería, bastante sencillo, lo malo es que la compañera era para echarle de comer a parte) y entonces hablamos de las condiciones de trabajo. Lo primero es que de repente a Aitor ya no lo quería, lo segundo es que quería pagar

a $12 la hora (aquí es muy muy poco) y lo tercero es que quería disponibilidad casi absoluta y además pagar todo en negro. Por supuesto, no me pagó las tres horas que trabajé y no me ha vuelto a llamar. Supimos por nuestro compañero que al día siguiente había otra chica. Sospecho que coge todos los días a alguien para que trabaje gratis y sabemos que no es el único que hace eso. Lamentablemente no es el único que se aprovecha de gente como nosotros.

Nuestro contrato con Australia es asistir a un 80% de las clases de inglés y trabajar legalmente 20 horas semanales, fácil, ¿no?. No nos la vamos a jugar la deportación por dos duros. Además, sabemos que en la escuela se lo toman muy en serio,  si la asistencia baja, llaman a Inmigración. Mientras tanto, seguimos buscando cosas allá donde vamos. Afortunadamente tenemos gente que nos está aconsejando bien y confiamos en que pronto todo vaya a mejor.

También hemos hecho otro tipo de contactos, en este caso Aitor con los mosquitos australianos. En Fusion English se portaron muy bien, le pidieron cita en el médico (cubierto por nuestro seguro) y con unos antibióticos ha ido mejorando, ¡vaya susto!

El jueves 25 de abril fue un día especial para el país. El ANZAC Day, donde rememoran a todos los australianos y neozelandeses caídos en las guerras. Es algo así, como el desfile de las Fuerzas Armadas para nosotros. Es un día de mucha actividad en la calle, los bares y restaurantes estaban a rebosar y había muchos soldados uniformados con sus condecoraciones, al igual que los veteranos. No soy amante de ese tipo de parafernalia, pero es un bonito homenaje a todos aquellos que con mejor o peor suerte, han participado de la desgracia, incoherencia y crueldad de una lucha de la que no deben culpa. Aitor y yo nos acordamos mucho de nuestros respectivos abuelos, que fueron reclutados involuntariamente por el bando franquista para la lacra que fue y sigue siendo la Guerra Civil. Lo celebramos al modo aussie, viendo el partido de footy en la pantalla gigante de Federation Square.

Con respecto al resto de nuestra semana, no ha diferido mucho de la anterior. Por las mañanas yendo a la escuela y aprovechándola al máximo, por las tardes a buscar trabajo. Repetiremos hasta la saciedad que no es fácil, pero al menos aquí sabemos que es posible y que tarde o temprano irán mejorando las cosas. En Las Palmas ni siquiera lo podíamos soñar. Haciendo balance de la situación, pensamos que merece más la pena estar aquí empezando de cero, que allí esperando a que las cosas vayan a mejor. La gran diferencia es la esperanza, en nuestra querida isla, a la que tanto echamos de menos, la habíamos perdido. No se nos dio la oportunidad de elegir, allí no tenemos nada (en el sentido material); aquí la posibilidad existe aunque sea duro estar tan lejos. Además, se nos cae el alma al suelo leyendo las noticias sobre España, nos preocupa mucho la situación de nuestras familias y amigos. A pesar de que empezar una nueva vida no es un camino de rosas, nos sentimos muy afortunados de haber podido venir.

La gran novedad es que hemos probado el canguro: sabor fuerte, carne jugosa y sin grasa. A Aitor le gustó más que a mi. Lo combinamos con unas “papitas kinegua” que encontramos en el mercado y un ali-oli hecho por Aitor que estaba de muerte. Gary, nuestro compañero, se enamoró de la receta. ¿Quieren ver el resultado?¡Las fotos están en nuestra página de Facebook!

Como último mensaje en este post, quiero hacer especial mención a las madres de todos los políticos que han hecho que estemos aquí, y de todos aquellos que desde la oposición no están haciendo nada al respecto: de todos los partidos, de todos los colores y de todas las regiones de España.